jueves, 5 de junio de 2008

Dedicado a mi cama

Mi cama es la peor del mundo.

Tiene siempre colores alegres y sobre ella muchos cojines y peluches que la recubren con caras felices o expresiones simpáticas.

Mi cama es la peor del mundo.

Su tamaño es casi justo el mío, su colchón antes delicioso hoy se ve apretado contra las paredes y usado hasta adoptar la forma que tiene cuando alguien está sobre él.

Mi cama es la peor del mundo.

Está pegada a la pared y de ahí no la puedo mover, al intentar hacerla, el colchón me raya la pared.

Mi cama es la peor del mundo.

Los resortes en su vejez comienzan a sobresalir y adoptar diferentes tamaños, por lo que cada noche despierto pues mi espalda duele avisándome que debo cambiar de pose.

Mi cama es la peor del mundo.

Pero es mía. En ella he pasado muchas noches, muchos días. Me sirve de asiento para mí y mis compañías, la he compartido con niños y niñas. Durmiendo abrazados, de la mano o lado a lado. Ha sido mi asiento para cientos de películas, ver series, jugar, incluso para almorzar. Mi cama no me deja jamás solo, está siempre dispuesta a darme su calor, en los días fríos ha sido mi salvación. Me abraza y atrapa con sus sábanas cada mañana “quédate un poco más”, no me puedo rehúsar.

Mi cama es la peor del mundo.

Pero es mía y la comparto con todo aquél que comprenda su valía.


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