lunes, 21 de septiembre de 2009

Shikai - Capitulo 2

Este capitulo habla una vez más sobre dos chicos de los cuales no se mencionan nombres pero que si denotan personalidades y particularidades muy marcadas. Relata la amistad que hay entre ellos a la vez que expresa lo complejas que pueden ser las relaciones (Algo de mi visión también, claro está). Y el encuentro que tienen con la sustancia negra.

En comparación a la relación entre Hialek e Imation, entre estos dos hay más seriedad y un toque de dramatismo, por lo que considero que el capítulo no es lo suficientemente dinámico, pero espero que aún así no los aburra. De todas formas los comentarios y críticas serán bien recibidos para mejorar todas estas versiones que aún considero borradores.

Que lo disfruten!

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El mediodía había pasado hace varias horas. El sol golpeaba con fuerza sobre las persianas de una habitación que absorbía el calor potenciando el hedor de quien aún no levanta. El departamento era todo suyo, o lo era durante cada sábado hasta bastante tarde. Todos salían temprano por la mañana, demasiado temprano como para sentirse bien despertando a quien duerme con tanto gusto. A veces le molestaba el calor o el olor y sin realmente despertar, sonámbulo, se levantaba, abría la ventana y volvía para continuar el sueño.

Cuando alguien le llamaba vago, se defendía diciendo que era su único día de descanso. De lunes a viernes tenía largas jornadas de estudios. La verdad, las mismas que todo el resto, quizá un par de horas más. Y el domingo se consideraba un día familiar, por lo que todos estaban en pie desde temprano y le hacían levantarse a la misma hora.

Rara vez andaba huraño o irritable, pero por alguna razón sus ánimos nunca duraban demasiado a menos que alguien le potenciara. Era como aceite. De movimiento aletargado, transparente pero opacado y principalmente inflamable, con solo una chispa podía provocar un incendio. Ese mismo fuego podía usarlo para mostrarse enérgico unas cuantas horas, lo que significaba que se dormiría temprano, o bien para mantenerse con un ímpetu irrevocable al defender lo que consideraba importante. Sin embargo, para decidir qué cosa le era importante tenía una gran cantidad de condiciones y una vez alcanzada esa importancia, tenía otras para mantenerse a ese nivel. Acceder a su lista de protegidos era toda una proeza y sin conocerle bien, mantenerse lo era aún más.

A pesar de esa costumbre de levantarse tarde, de vez en cuando se levantaba antes para aprovechar la soledad y hacer lo que quisiera. Como era historia antigua, muchos bromeaban sobre las oportunidades y posibilidades que tenía al cruzar la pubertad. Lo cierto es que siempre le habían incomodado esos comentarios. Tenía cosas más interesantes y divertidas que hacer en ese tiempo, pero él mismo sabía que alguna vez debía darles la razón y con tan solo pensarlo se sentía presionado.

Realmente detestaba el sentirse obligado a hacer algo, no importa el ámbito donde estuviera la situación, su capricho de sentirse libre le era suficiente justificación como para dejar de lado un gusto, negarse a trabajar o destruir una amistad. Pero también sabía comunicarse bien, por lo que antes de lanzarse desenfrenadamente a tales actos, optaba por acercarse a la persona que consideraba fuente de tal atadura y decirle directamente que aquello le estaba molestando. Y tras una charla decidía el siguiente paso.

Fue así como desde hace un par de semanas atrás le había dicho a aquél amigo que dejaran de verse por un tiempo. Que cortaran comunicaciones para darse un espacio y así pensar un poco las cosas. Él mismo había dicho, también, que si algo de importancia ocurría y se necesitaban, se podía llamar de cualquier forma, pues seguían siendo amigos, solo se daban un ligero espacio para evitar un conflicto mayor. Y que de todas formas durante los fines de semana habría un instante en que hablarían muy ligera y resumidamente sobre cómo iban las cosas. Y una vez listos, saldrían juntos para restaurar todo oficialmente.

Ese era el día, no había arreglado cita, pero sabía que no podía haber demasiado problema pues el día anterior, él y su amigo, habían hablado y ambos estaban sin planes. Había programado el despertador, su teléfono y el televisor para que le despertaran temprano con un desfase de diez minutos cada uno, pero en su sueño había apagado todo, uno a uno cada decena de minutos y seguía acostado y durmiendo como si ese fuera realmente el plan.

Para la hora de almuerzo, el hambre le había ganado y su estómago le despertó. Se levantó con letargo, camino hasta el baño y se mojó el rostro. Luego alzó la mirada y por buen rato observó su cara aún dormida, sus cortos y negros cabellos y sus ojos marrón, aún pequeños, mirándole fijamente. Tras una rápida pasada al inodoro, dejó el agua de la ducha correr. Se desvistió y se mantuvo un rato inmóvil bajo el agua tibia, tal como le gustaba.

Finalmente salió, pasó las manos sobre el espejo empañado por el vapor y se quedó un rato observando su pálido torso desnudo. Se tapó con la toalla con la cual se había secado y se encerró en su cuarto como sintiendo vergüenza de que alguien lo viera, incluso sí mismo. Por la misma razón siempre se vestía rápido. Salvo por su familia y aquél amigo, no permitía que nadie viera siquiera su torso desnudo. En eso pensaba cuando se dio cuenta de que aquél era el día que tenía programado y ya era tardísimo. Ahí fue cuando saltó la chispa y el aceite ardió.

De un momento a otro su rostro cambió de expresión, se sintió vitalizado y enérgico. Sentía que era su responsabilidad la restauración, después de todo, él había pedido la distancia. Se terminó de vestir. Y mientras caminaba hacia la cocina para comer algo, enviaba un mensaje de texto preguntándole a su amigo si estaba libre para salir. En la espera salió y tendió su mojada toalla, calentó el almuerzo que siempre le dejaban para ese día y que devoraba en poco tiempo. Y entonces se detuvo, miró su teléfono y vio que no había respuesta. Era extraño que no respondiera de inmediato o al menos pronto, pero considerando que él también se había atrasado, decidió esperar un poco más. Dejó el teléfono sobre la mesa asegurándose de que el sonido de llamada estuviera al máximo volumen y decidió ordenar su habitación. Al terminar había pasado cerca de una hora. Así que volvió a revisar si había respuesta y no la había. Ahora si estaba preocupado, así que decidió dejar de lado los mensajes y llamarle directamente, pero a pesar de los intentos este no respondió. Se preguntaba si estaría molesto por algo, pero había algo que no encajaba. Su amigo siempre le decía cuando había algo que no le agradaba y para él la comunicación era lo más importante. Algo debía estar mal si no respondía. Dio vueltas por la casa por varios minutos, su duda era si ir a verlo o no. Pensaba que era entrometido ir a verle sin avisar y además pudiendo, su amigo, tener problemas que no quisiera revelar. Pero por otra parte, sentía que si algo le hacía negarse incluso a contestarle al que llamaba mejor amigo, es porque era tan malo que necesitaría de apoyo. Finalmente sintió que la responsabilidad en la amistad era más fuerte que sus dudas. Y por último, si se equivocaba sería intentándolo en vez de estando ausente.

Tomó algo de dinero, las llaves de su departamento y se dirigió hasta la casa de su amigo. El viaje no era corto, pero no era desagradable o tedioso. Al llegar, aún quedaban algunas horas para el atardecer. Observó por un momento desde fuera la casa, lo volvieron a invadir todas las dudas, pero al recordar lo que había pensado: “Mejor intentar que estar ausente”. Juntó valor para tocar el timbre. Nadie respondió, nadie abrió. Sin embargo, el portón a la calle estaba abierto y decidió entrar. Tocó, entonces, directamente la puerta de la casa, pero nadie respondió. Decidió entonces caminar hasta el jardín trasero y ver si había alguien en la habitación de su amigo que quedaba en el segundo piso. Y para su sorpresa, la ventana estaba completamente abierta, aunque el silencio en toda la casa era rotundo.

Se imagino entonces que estaría solo y no quería hablar con nadie. Pero al escuchar un golpe al interior su idea se volvió más dramática y uniendo pistas concluyó que le estaban robando a su amigo. Tomó entonces una escoba a la vista y con ella en la mano trepó hasta la ventana abierta. Se asomó con cuidado, pero no había nadie a la vista. Entró entonces a la habitación y se apoyó con rapidez contra la pared junto a la puerta como solían hacer todos los que actuaban como hombres de acción. Observó con precaución los alrededores, pero no se divisaba a nadie. Aunque no pasó desapercibida una extraña marca en la baranda de la escalera. Un ligero rastro de color negro, como un gran escupitajo que goteaba ligera y viscosamente. Fue revisando habitación por habitación, pero todo estaba vacío. Luego bajó las escaleras con tanto sigilo como pudo y repitió el proceso en todo el primer piso. Finalmente juntó valor una vez más y a toda voz preguntó varias veces y había alguien, pero nadie respondió y tampoco se escuchó movimiento. La casa estaba sola. Dejó entonces la escoba a un lado, pasó al baño a refrescarse mojándose el sudado rostro. Fue a la cocina por un poco de jugo y apenas terminó de beber escuchó como alguien intentaba entrar por la puerta principal. Entonces tomó la escoba una vez más y se preparó para atacar.

Tan pronto se abrió la puerta, impulsivamente, atacó a quien entraba. El visitante debía tener muy buenos reflejos, pues el golpe no pudo acertarle con el salto hacia atrás que había dado y tampoco pudo acertarle el segundo golpe de estocada que esquivo arqueando ligeramente su cuerpo. No fue hasta ese momento que el ataque cesó, pues fue ahí cuando notó que la persona que entraba era su amigo. Sin embargo, había algo diferente en él. Este solía mostrarse alegre o al menos siempre parecía estar a gusto con su presencia. Y esta vez le miraba como si supiera que tenían que decirse adiós para siempre. Además vestía con una chaqueta de cuello alto y completamente negra, que aunque solía ser uno de los colores que más usaba, no era de su estilo, le cubría la boca y en sus bolsillos ocultaba las manos con las cuales tanto gesticulaba.

- ¿Qué haces aquí? – Fue lo único que preguntó con un tono tan frío como su mirada

- Venía a verte. Te mandé varios mensajes y luego te llamé, pero como no respondías ni contestabas me preocupé y… - Respondió sin poder terminar.

- Recibí tu mensaje, pero… - Un tenso silencio se mantuvo, durante el cual entraron cerrando la puerta y fueron hasta la sala de estar – No estoy seguro de que sea un buen momento para retomar todo el contacto -.

- ¿Me estás dando el corte? ¿Quieres que dejemos de hablar por siempre? –

El incómodo ambiente que se había formado, la mirada fría en los ojos de aquél amigo que solía mostrarse cálido y acogedor. El tono dramático de la conversación que le recordaba a las escenas de parejas en conflicto. Todo tensaba aún más la situación.

- ¿Por qué? – Agregó tras el rato de silencio que había quedado como respuesta, pero al cual solo le siguió otro silencio más - ¿Qué hice mal? -.

- ¿Quién ha dicho que no quiero hablarte más? – Una ligera sonrisa se asomó por sobre el cuello de su chaqueta – A pesar de los cambios que puedes apreciar, sigo siendo yo y tú sigues siendo mi mejor amigo. La verdad, lo que temo es que seas tú quien no pueda aceptar el cambio -.

- Pero, para decidir eso al menos debes dejarme intentarlo -.

- Supongo que el solo hecho de que estés aquí hoy, buscándome a pesar de mis actos, demuestra que entre nosotros hay una conexión especial, sólida. Y que puedo confiar en ti -.

A esto le siguió una reconciliación por este pequeño asunto, una charla sobre como restaurar comunicación y algunos acuerdos y ajustes sobre lo que antes molestaba y que ahora debía darse por superado o al menos en proceso a ello. Lo siguiente fue ponerse al día sobre la situación en la vida de cada uno, mientras preparaban una improvisada merienda.

- Ya veo, así fue como entraste. Pero es extraño, estoy seguro de que cerré todo antes de salir -.

- Quizá tus padres… -.

- No, ellos no vuelven hasta mañana. Y no parece que falte nada de valor, así que tampoco creo que hayan sido ladrones -. Interrumpió el chico, sacando sus manos de la chaqueta para gesticular

- Ahora que lo pienso, había una cosa extraña… -

Sin terminar la frase el chico se levantó de la mesa y caminó hasta la baranda de la escalera. Su amigo le siguió de inmediato y en silencio observó lo que el chico apuntaba. Se miraron extrañados, teorizaron sobre lo que podía ser. Claramente no era pintura, no tenía olor pero si lucía muy desagradable. El chico se acercó entonces e intentó tomar un poco de aquella sustancia con el dedo.
Tan pronto como hizo contacto, sintió como su cabeza retumbaba. Se asustó y atribuyó todo a que la sustancia era tóxica o radioactiva y comenzó a gritar con desesperación que iba a morir. Su amigo creyendo que se trataba de un juego, solo se reía ligeramente y observaba como el chico intentaba limpiarse con la pared. Contra lo cual protestó, pero no fue escuchado. Viendo la expresión de pánico en la cara del chico, recién se dio cuenta de que hablaba en serio. Se quitó entonces la chaqueta, tomó la mano manchada e intento limpiarla con ella. Sin embargo, no había forma de quitárselo del dedo y había comenzado a expandirse por su mano. Poco a poco, el chico, fue perdiendo fuerza, se mareó y tras apoyarse a duras penas en la muralla, cayó rendido al piso, pudiendo sentir un gran calor extendiéndose por su brazo. Una borrosa imagen se presentó ante él, su amigo también había tomado un poco de aquella sustancia con su dedo. Intentó gritarle que estaba loco y que no lo hiciera, pero la voz no le salía. Lo último que vio antes de caer en la inconsciencia fue a su amigo observándole de pie y dejando entrever una sonrisa.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Shikai - Capítulo 1

Este capítulo introduce a otro personaje, Imation, del cual si se cuenta la relación con Hialek y se dan algunos detalles personales entre ambos, pero no se menciona su posición en la organización. Se desarrolla un poco más la personalidad de Hialek y se muestra el aporte que Imation hace a ese aspecto. Además pone sobre la mesa algunos aspectos del Shikai y su forma de operar. Y también el enfoque y sucesos sobre los cuales trabaja.

Es una revelación parcial.

Sin más preámbulo, la primera versión del primer capítulo (Todo es modificable, pero esta es la primera versión definitiva)

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Casi no importaba la distancia que tuviera que cruzar, ni los obstáculos que se le fueran presentando. Su fornido cuerpo y gran altura le permitía abrirse paso ante todo, excepto la gente, pero esta intimidada le abría el paso sin queja alguna. Su mirada severa no era reflejo de su benevolente actuar. Era algo impulsivo en sus acciones y por eso muchas veces terminaba destruyendo la mitad de las cosas a su paso e incluso parte de sus sueños, pero siempre llegaba a la meta o al objetivo que se imponía.

Su cabellera era su orgullo, no tenía realmente algo que la hiciera especial, pero solía hacerse varias trenzas y unirlas con una más larga que todas las demás a modo de cinta. Y luego estaba su gran fuerza. Era raro ver que llevara consigo algún arma, si las cargaba era principalmente por algo casi reglamentario y siempre eran las mismas, un par de manoplas.

Tenía una gran colección de ellas, en distintos colores y tamaños. Nadie sabía con certeza si tenía un lugar especial para guardarlas o las obtenía conforme fuera su gusto o capricho.

Generalmente era hombre de pocas palabras, solo con un par de personas solía explayarse y mostrar un lado bastante profundo, gustoso de usar palabras casi poéticas, aunque casi siempre enfocadas a hablar de amor y las penas que este suele traer. Era un romántico oculto bajo una enorme cantidad de carne, o así es como sus más cercanos solían referirse con un cierto tono de gracia y a él no le molestaba, por el contrario, era casi, casi, un cumplido.

Ni él mismo estaba muy seguro de cómo había llegado a unirse a la organización, cuanto llevaba o como había alcanzado su actual estado. Podía recordar ciertas cosas muy vagamente, sabía que no era una laguna mental generada por algún accidente o suceso traumático, simplemente tenía mala memoria y en alguna parte dejó de importarle recordarlo. Sin embargo, había alguien muy cercano que siempre podía relatarle algunas partes de su vida y como paga, él podía hacer lo mismo, ya que conocía a esa persona, a veces creía, mejor que a sí mismo. Esa persona, era Hialek.

Hialek siempre se mostraba sociable y protector con la gente que le rodeaba, sin embargo, aunque parecía disfrutar enormemente con la compañía, era más frecuente encontrarlo solo y observando como los demás se relacionaban o simplemente caminando con la mirada casi perdida por estar sumergido en algún pensamiento.

Pero este no era el caso, se encontraba rodeado de gente, participando en una charla, sin sentido profundo, con gente con el tipo de esencia que le hacía utilizar ropas normales y desintegrar sus dagas.

Cuando un miembro del Shikai no tenía la necesidad de revelarse por algún estado considerado de emergencia o importancia, debía mostrarse como una persona cualquiera y no podía revelar información respecto a la organización, sus planes, habilidades o posiciones, todo era considerado restringido.

A pesar de estar distraído con la charla, Hialek, notó de inmediato la presencia de tan enorme personaje. Se disculpó con los presentes, tomó sus cosas, las echó con mucha calma en su bolso y tras una informal despedida general se dirigió hasta la puerta donde le esperaban.

- Hialek venía a… - Con un sorpresivo movimiento Hialek le silenció.

- No puedes llamarme por ese nombre y lo sabes. ¿Qué harías si alguien descubriera que Imation es tu nombre? – Le dijo luego, algo molesto.

- Pues hacerme famoso – Tras una carcajada estruendosa se puso serio – Creo que te tomas demasiado en serio las normas, relájate. Seguro que nadie escucho nada y siempre puede pasar por un error o confusión -.

Hialek sabía que tenía razón, así que cerró por un momento los ojos, respiró profundo y dejó que la calma se dejara sentir en su cuerpo. Luego emprendió rumbo hacia ningún lugar en una caminata a la cual, Imation, se integró casi inconscientemente. A Hialek parecía pesarle el bolso, o eso fue lo que Imation pensó, por lo cual en otro gesto no razonado lo tomó de las manos de Hialek y lo cargó sin dificultad alguna. Si bien era cierto que las habilidades tampoco podían ser exhibidas en lo general, Imation poseía por sí mismo una buena fuerza física.

- ¿Por qué has venido a verme? – Preguntó tras un rato, Hialek, con el mismo aspecto casi inseguro que mostraba en los discursos.

- ¿Acaso no estás contento de que venga por ti? – Respondió con una sonrisa que daba un tono algo sarcástico a su frase. Sabía que no era así y por eso no esperaba respuesta.

- Estábamos algo perdidos, comenzaba a preocuparme. Quizá estabas enojado o algo peor, pensé –

- Piensas demasiado. Por suerte eso, en tu caso, no te impide actuar. Pero seguro podrías hacer más cosas de las que haces si te relajaras más –

- No estoy para esto ahora. Ya me has reprochado por eso antes y no eres el único además –

- Será por algo, ¿no crees? Quizá deberías escuchar con mayor detención lo que dicen de ti en vez de solo escuchar cuando otros necesitan de tu ayuda. Piensa un poco en ti –

Hialek no dijo palabra alguna tras eso. Ya había escuchado eso muchas veces y le había dado muchas vueltas, había mutado ese pensamiento en cientos de dudas, en nuevas formas y actitudes. Había cambiado su personalidad y algunas costumbres basado solo en esa idea.

- No recuerdo la última vez que pudimos salir de esta forma – Dijo tras un rato, Hialek, rompiendo el silencio con un nuevo tema.

- Si no recuerdas tú, menos yo – Dijo casi de inmediato, Imation, agregando su estruendosa risa.

- Siempre que se reclutan nuevos miembros las cosas parecen calmarse –

-Entonces deberíamos hacerlo más seguido y así tomarnos una vacaciones –

El comentario no parecía hacerle gracia a Hialek que no cambiaba su seria expresión, pero eso no opacaba la constante energía que Imation transmitía ni su deseo de intentar sacar una sonrisa del rostro de su amigo. Siempre que Hialek andaba así, lo tomaba como un desafío, aunque a veces eso mismo irritaba más a su objetivo.

- En realidad no es una mala idea – Agregó, Hialek, tras un rato exponiendo una ligera sonrisa – Ojalá fuera así de fácil -.

- Sí, ojalá – Ahora era Imation quien por un instante parecía algo melancólico, pero ninguno de los dos parecía desanimado. Por el contrario, casi de inmediato ambos se miraron y sonrieron.

Así caminaron por buen rato, sin rumbo. Hialek a pesar de no mostrar gran fuerza física, tenía una muy buena resistencia y adoraba las caminatas e Imation no tenía problema en acompañarle a donde quisiera si tenía tiempo. Vagaron por horas por las calles del centro de esa enorme ciudad donde vivían. Una ciudad como cualquiera. Calles amplias con muchos vehículos y buses circulando continuamente por calles con uno que otro bache, los infaltables papeles arrojados al piso por aquellos que ignorando la cultura cívica utilizan el piso como basurero, con tiendas o edificios de diversa índole a cada lado de la calle y una suerte de plaza con paseo entre ambas pistas que se dirigían una en cada sentido.

La zona por donde caminaban tenía edificios, pero no demasiado altos, era una zona en progreso y la altura rara vez excedía los cuatro pisos. Y además en su mayoría eran comerciales u oficinas de poco renombre. Estaban, por así decirlo, en una zona de suburbios emergentes.

El cielo, que durante el día se mostraba de un color azul algo opacado por el gris típico del smog de la ciudad. Estaba teñido, casi totalmente de naranja. Estaba oscureciendo y el hambre comenzó a hacerse notar. Entonces, Hialek, pidió su bolso a Imation, este lo extendió hacia él para que pudiera sacar lo que buscaba, algo de dinero con el cual Hialek pensaba invitar a una rápida comida o más bien, comida rápida.

Se sentaron en una mesa puesta modestamente en el paseo peatonal hacia la calle e Imation entró a ordenar lo acordado. Abrió la puerta de vidrio polarizado y desapareció en el interior. Hialek aprovecho de cerrar los ojos y reclinarse ligeramente en su silla. Tras un rato abrió los ojos y miró hacia el cielo. Una ráfaga de viento relajó un poco su expresión, como si hubiese volado alguna de sus preocupaciones y, entonces, se quedó mirando casi embobado el pasar de la gente y los vehículos.

No salió de ese estado ni siquiera con un fuerte estruendo que agitó los vasos sobre las mesas e hizo vibrar los vidrios de todos los ventanales cercanos. Una combinación de voces hacía notar que había impresión respecto a algo. Imation apareció de pronto desde el local y buscó con la mirada a Hialek.

- ¿Qué ha sido eso? – Pero este no respondió ni devolvió la mirada. Entonces se acercó y le sacó del trance - ¿Qué ocurrió? –

- No lo sé, debió ser una explosión por fuga de gas o algo así. No es nuestro problema, para eso están los bomberos – Dijo reponiéndose tras un momento.

- Deberíamos ir a ver si podemos ayudar en algo –

- No es nuestro trabajo, estamos descansando y vamos a comer –

- A veces no sé si eres solidario o egoísta, eres contradictorio y eso a veces me irrita – Respondió entonces Imation, quien había perdido su sonrisa y ahora parecía molesto.

- Lo siento. Aún así, no podemos interferir demasiado en la vida de la gente, no podemos negar el curso del destino. Estamos para otras tareas y si no fuera por ellas, nada de lo que tenemos existiría realmente –

Entonces Imation se sentó junto a Hialek y golpeó con un enfadado puño la mesa. Hialek solo observó en silencio, con, quizá, demasiada frialdad. Sin embargo, entendía a Imation, le conocía y sabía que siempre estaba deseoso de ayudar.

- Pero, ya sabes. A veces aparece alguien heroico de entre la gente y comienza a realizar actos que parecen dotados de un poder divino – Agregó Hialek, arrojando una ligera y pícara sonrisa hacia Imation.

Este sonrió de vuelta, se puso de pie y comenzó a correr en dirección hacia la explosión y la enorme nube negra de humo que se elevaba hacia los cielos. Mucha gente corría en dirección contraria y gritaba con los nuevos estruendos que comenzaban a sentirse como replicas de un terremoto, pero que no parecían ser respuesta de nuevas explosiones.

Al llegar, Imation observó algo inusual. Del edificio se derramaba una buena cantidad de un espeso líquido negro que se esparcía por las calles. Ignorando la rareza de este hecho, decidió entrar al edificio a buscar por gente que pudiera estar herida o en apuros. Derribo con facilidad todas las puertas y con rapidez notó un segundo extraño hecho. Aunque había un enorme agujero en el frontis del edificio, no había señales de fuego o explosiones en ninguna habitación. Sin embargo, si se topó con objetos que parecían haber cruzado por fuertes llamas, pero que estaban fuera del rango de lo que podría explicarse como un disparo de algo o incluso algo tan disparatado como un rayo alienígena. Toda teoría era posible. O así pensaba Imation.

Tampoco encontró gente, no había nadie, ni heridos o muertos. Decidió entonces salir del edificio y buscar algún testigo. Pero cuando comenzó a bajar las escaleras, comenzó a sentirse mareado, decidió entonces bajar las escaleras de un solo salto y así lo hizo, pero el mareo se intensificó y antes de llegar a la puerta, perdió el conocimiento y comenzó a sentir que su cuerpo estaba quemándose. Entre lo que parecía una ilusión, vio como su cuerpo comenzaba a derretirse y volverse el mismo líquido negro que había visto antes de entrar. Su cuerpo estaba en parálisis y no salía siquiera voz de su garganta para gritar. Perdió el conocimiento.

Al abrir los ojos, se vio recostado en una camilla frente a una ambulancia. Hialek estaba de pie y de espaldas cerca a él, vestido con su traje personal de la organización y con sus renombradas dagas, conocidas como “dual daggers” en la parte posterior de su cintura de modo que pudiera sacarlas rápidamente en combate. El edificio estaba en ruinas y cubierto de fuego contra el cual los bomberos luchaban por apagar. Imation se sentó a gran velocidad, siempre ignoraba los conductos regulares de la medicina como el reposo y la recuperación gradual.

- ¿Qué ha pasado? –

- Resultó que sí era un trabajo para la organización – Fue todo lo que respondió – Vámonos, no hay más que hacer aquí, ya le expliqué todo a los oficiales, ellos harán el resto –

Dicho esto, Imation se puso de pie. Observó que su cuerpo estaba en perfectas condiciones, pero al ver el piso lleno de ese líquido negro, ahora diluido en litros de agua que intentaban apagar el fuego, podía saber que lo que había pasado no había sido un sueño o una ilusión.

- Hialek… -

- No es momento de hablar. Vámonos de una vez –

Entonces en una ráfaga de aire luminoso, Hialek, fue envuelto y sus ropas comenzaron a cambiar gradualmente hasta ser las de antes, cuando solo estaban caminando. Sus dagas se desvanecieron y en su lugar volvió a aparecer el bolso que antes llevaba e Imation había cargado.

En silencio volvieron hasta la mesa donde les esperaba su comida ya fría. Tendrían que ordenar otra vez. Así solía pasar.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Shikai - Capitulo introductorio

En toda historia, antes de comenzar a revelar el verdadero hilo o "destino", hay que presentar o al menos revelar a los personajes y alguna de sus tantas problemáticas.

Este primer capítulo cuenta la historia de un chico abrumado, atormentado. Pero que, sin embargo, no es amargado. No se revela quien es, ni su relación con la historia de Hialek, líder del Shikai, que ya tuvo su aparición y presentación en el prólogo (Aunque claro está que como creador de la historia ya le tengo destinado casi todo su futuro)

El capítulo es bastante poco alentador, pero cuenta la realidad de varios chicos con personalidad introvertida y tímida. Esta basado en varios hechos combinados que me han sido relatados o que yo mismo he vivido. Creo que está psicológicamente bien desarrollado, pero eso lo decidirán ustedes.

Sin más preambulo, va el relato. Espero no se amarguen al leerlo y mucho menos crean que esta es la línea que sigue la historia.


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Shikai - La visión de un futuro ~ La reunión de la muerte

Capitulo Introductorio

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Débil.

Siempre había sido débil. No era capaz de enfrentarse a sus problemas ni tampoco era capaz de huir. Simplemente se quedaba ahí ante cada uno de ellos.

Sus piernas no temblaban ni buscaba una forma de amortiguar los golpes. Solo cerraba los ojos y esperaba a que las cosas pasaran.

Incapaz de gritar, a veces exclamaba solo un susurro. Pero era más frecuente que todas las imágenes y todas las respuestas cruzaran por su mente a una gran velocidad. Tanta, que era incapaz de atraparlas o cuando menos reconocer alguna parte para formular una nueva idea que pudiera transformarse en acción.

Simplemente se veía caer una y otra vez. Sabía que el golpe venía pero nada podía hacer. Se bloqueaba. Tenía miedo de elegir.

La vida le daba pánico.

Un miedo escénico incontrolable en la única presentación inevitable, aquella donde todo el público esperaba que hiciera su papel. Y donde tendría que tener una cantidad de roles igual a la cantidad de gente que cruzara por su vida, pues sabía que para cada una tendría que cambiar un poco su propia forma de ser. Era así para todos y no creía ser la excepción.

Es por todo esto que a pesar de sentir un deseo de protección por parte de los demás, no mostraba externamente sus emociones. En vez de eso, solo mostraba una faceta amistosa, deseosa de ayudar a los demás en tantas vías como le fuese posible, alejando así al resto de los sentimientos que él debía soportar día a día y entregar, así, a otros la protección que buscaba para sí mismo. Además de dejar una imagen de fortaleza que utilizaba generosamente para apoyar a los supuestos débiles en comparación a él, alejando así a los matones u otra clase de abusadores que le acosaban..

Por ello estaba frecuentemente rodeado de gente, pero sintiéndose siempre sumido en soledad y oscuridad.

Vivía tontamente esperando que algún día alguien entendiera todo esto y le naciera protegerle. Y se volviera, inicialmente, su defensor. Hasta que al demostrar que realmente nacía de otro ese deseo, pudiera entonces cambiar su inactividad por la acción y mostrarse fuerte como siempre soñaba y hasta aparentaba.

Así las ideas seguirían volando, pero ya podría verlas. Podría moverse, pero ya no sería para huir, sino para enfrentar. Abriría los ojos para moverse por la realidad que se forjaría desde ese instante. Gritaría solo para dejar en claro que su batalla habría de comenzar y que no importaría cuántas veces cayera, volvería a levantarse con fuerzas o sin ellas.

Sentado, solo, mirando al cielo y recibiendo una exquisita ráfaga de viento, pensó en todo esto.

Una mano extendida saludaba súbitamente a los lejos en una figura familiar. Era momento de elegir.

Se levantó con cierta soltura de disimulo a ese atormentado pensamiento en su interior e intentando pararse firme comenzó a esbozar una sonrisa. Sin embargo, al ver que quien se acercaba era una de sus compañeras de clase, su mirada se nubló, comenzó a dar media vuelta para huir y así evitar una conversación, pero esta chica aceleró el paso hasta iniciar un verdadero trote hasta su lado. Y antes de que pudiera el primer paso le alcanzó.

- ¿Ya te vas? – Preguntó entonces la chica esbozando una gran sonrisa.

El chico solo negó con un silencioso movimiento de cabeza. Esta chica le gustaba, pero se consideraba loco con solo pensar en revelarle sus sentimientos. Eso también le daba pánico y es por eso que prefería simplemente dejarse atrapar y estar a su lado cada vez que se diera la oportunidad, pero sin invitarla jamás. Era siempre ella la que se acercaba y proponía algo y él solo aceptaba y gastaban todo el día juntos. La chica siempre era afectuosa y él apenas si se atrevía a tocarla. Un par de veces ella llegaba en sollozos junto a él y este era incapaz de mostrar un apoyo superior estar ahí, sentado junto a ella observando y muy rara vez juntando fuerzas y aire para decir una o dos palabras de aliento.

- Si quieres, puedes abrazarme - Le dijo uno de esos días la chica.

Entonces él se sintió realmente tonto. Se dio cuenta de que en las relaciones humanas era un desastre. Comenzó a sentir que algo le hacía falta y creía saber que era, pero cuando se decidía a emprender una búsqueda por ese algo, daba tan solo un par de pasos y se daba cuenta de que no tenía siquiera una pequeña idea de lo que estaba buscando. Estaba completamente perdido en un mundo donde la exigencia mínima es siempre avanzar.
Se acercó con una lentitud temerosa, su corazón se encontraba agitado y nervioso. Con gran esfuerzo levanto uno de sus brazos y lo cruzó por sobre el hombro de la chica. Al instante la chica se giró y entonces buscó refugio cerca del agitado pecho de él. Entonces este se giró también y sin dejarla entrar por completo a su regazo, él le puso su segundo brazo a ella y finalmente le dio un tímido abrazo. Estuvieron así mucho rato. La chica apenas si sentía un calor, pero era suficiente como para calmar su llanto. Y para él la situación era suficientemente buena para tener un recuerdo que le alegrara cuando viniera a su mente. Era simple, casi patético, pero para lo que podía normalmente alcanzar, era suficiente, incluso bastante. Cerró los ojos y grabó cada instante y sensación.

Comenzaba a anochecer, la chica finalmente se movió y entonces el chico la soltó arrojando una leve mirada directa a los ojos de la chica. Vio que esta esbozaba una pequeña sonrisa que le sirvió como respuesta para saber si ella se encontraba bien. Entonces se soltaron y pusieron de pie. La chica agradeció el apoyo, aunque él solo estaba feliz de la situación y casi había olvidado que todo había sido por apoyarla a ella hasta ese momento. Caminaron juntos de regreso, con poca charla entremedio. Era ella casi la única que hablaba, el se remitía solo a responder con monosílabos y movimientos, pero de vez en cuando sacaba una frase más elaborada. Él la fue a dejar hasta la casa de ella, donde le invitó a pasar. Era tarde, pero nadie le esperaba o reganaría en casa si llegaba tarde y tampoco era capaz de negarle a ella cualquier cosa. Así que él aceptó y tomaron un tentempié, tras un rato él decidió partir. La chica le agradeció el apoyo una vez más, ambos se pusieron de pie, caminaron hasta la puerta. La chica le besó la mejilla y él no fue realmente capaz de responder, aunque deseaba hacer eso y más. Entonces solo se miraron por un instante más y luego, él le dio la espalda y emprendió rumbo hacia el paradero por donde podría tomar un bus de vuelta a casa.

No estaba seguro de si debía sonreír por lo que había ocurrido o sentirse mal porque no había logrado dar un nuevo paso. Así era todo en su vida. Deseaba que alguien pudiera darle una respuesta, un impulso, pero sabía que esa persona no llegaría. Y si lo hacía, algo tendría que dar a cambio y no consideraba tener nada realmente valioso que dar, por el contrario, sentía que ya había perdido mucho. Decidió que entonces lo mejor era simplemente volver a casa y dejar que esos pensamientos se combinaran con el torbellino de ideas en su mente, en ese en que cada vez que quería retomar un pensamiento, este cruzaba tan rápido que era incapaz de reconocerlo y entonces se uniría a ese gran número de problemas sin resolver y promesas que alguna vez se había hecho o le había hecho a alguien más y que nunca podría recordar que había roto, hasta ser demasiado tarde. Sin quererlo siempre dañaba a alguien. Debía encontrar una forma de alcanzar esos pensamientos o al menos verlos antes de que se escaparan de sus manos. No tenía más opción y, sin embargo, no era la que quería.

Miró al cielo por un instante y se dio cuenta de que el color azul que tanto le gustaba no era el mejor para estar sobre su mundo. Definitivamente, pensaba, el cielo debía ser color negro.

martes, 1 de septiembre de 2009

Cerezo




Se acerca lentamente la primavera.

Los cerezos florecen y derraman, como lágrimas, suavemente sus pequeños pétalos sobre la tierra. Como si estuvieran previendo algo en la infinidad de parejas que comienzan a pasear por las áreas verdes de todo lugar que la ciudad pueda ofrecer.

Te subes al metro y ves como se sube toda clase de parejas y comienzan un verdadero atraco contra cualquier pared o pilar.

Digan que soy amargado, pero siempre me ha cargado la expresión tan sexual en público. Aléjense de las áreas por donde pasa mucha gente o confórmense con un besito rápido y afectuoso mientras llegan a uno. Pero es tan desagradable ver como se besan con lengua, se muerden los labios, se corren mano o similares cuando están rodeados de gente, en un pasillo o apretados en el metro o su andén. Soy abierto de mente y me da lo mismo lo que sean, el mensaje va para TODA clase de parejas. ¡Más respeto, joder!

Primavera, época del amor. Repleto de aves cantoras por la mañana. Y que molestan cuando vas recién en el segundo sueño. Los adultos comienzan a sentirse más tranquilos porque dicen que pasaron agosto y todo parece mágico cuando las flores salen, los animales dejan de hibernar, la oscura ropa invernal comienza a guardarse y aparecer la vestimenta multicolor. El solo suele brillar con tal fuerza, que uno que otro día de gotitas no tiene importancia. Los días comienzan a alargarse una vez más y todos parecen más alegres y enérgicos.

Son detalles que generan muchos cambios. Sin embargo, tiene más cosas negativas para muchos. Y es que la primavera no es la favorita de mucha gente. Algunos comentarios típicos son: Soy alérgic@ al polen, se llena todo de X (algún bicho), no sé si abrigarme o salir de manga corta e infinidad de comentarios por el estilo. Es como la época de abundancia.

Sin embargo, entre esas abundancias hay una que parece mentira, pero desde Julieta V. parece que algunos han comenzado a meditarlo más:

“Me gusta la primavera porque es una época de amor”.

Déjenme decirles, mis lectores, que tal idea es estadísticamente una mentira. Lo cierto es que la primavera es una época en donde abundan los rompimientos. Debido a demasiadas razones como para exponerlas todas, pero las más invocadas suelen ser:

En esta época todos andan con la fiebre de que hay amor fácil y, por ello, aprovechan de probar y cambiar de pareja una y otra vez.

Para los que ya están en pareja, la tentación suele volverse fuerte por lo mismo y suelen desencantarse y romper.

Otros dicen que cuando se acaba el frío, se acaban los abrazos constantes, cosa que comienza a matar la magia de la relación y rompen.

En algunos casos más severos, la gente se pone más cariñosa y ociosa cuando las vacaciones están en su mejor parte y más si hay fechas importantes involucradas, si a septiembre le restan 9 meses, obtenemos fechas cercanas al año nuevo y navidad. Y vaya que no todos son felices con esa noticia y rompen.

Y así, sumando, se obtienen muchas razones por las cuales las personas dejan de lado esos lindos momentos. Esos días de risas, esas salidas juntos, la vez que compartieron comida, las canciones que se dedicaron, los regalos que se hicieron, todo lo que intercambiaron. Y cruelmente, como desconocidos que eran, se alejan ahora con cientos de recuerdos que por alguna razón prefieren dejar en el olvido en vez de tomarlos y guardarlos. O bien, uno lo hace y el otro cae en desgracia y en cuestionamientos que seguramente jamás serán explicados. Pocos siguen hablando y logran resolver ese asunto y continuar en paz una relación de otro tipo, pero hay.

Así es el amor.

Pero, ¿para qué te preocupas? Si tienes pareja, ahora lo sabes y podrás mantener la magia o fortalecerla si ves que ya no es suficiente. Y si no la tienes, habrá muchas mentes con la ingenua idea de que esta es una época diferente y quizá alguien pueda coincidir con lo que buscas.

No todo es malo después de todo.

Lo importante es que recuerdes que:

"No todos los cerezos son color rosa"

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