miércoles, 28 de mayo de 2008

Memories...

Este texto es, según mi modo de ver, divertido y profundo a la vez. Escribiendolo me reí tanto como me entristeció. Y es que se basa en recuerdos de días donde lloré... y días en que hice estupideces.

Este texto guarda en sus palabras situaciones que me marcaron, cosas que suelo hacer y pensar, cosas que guardan algún significado especial, refieren a una o varias personas o momentos. Son visiones del mundo convertidas en metáforas y sarcasmos. Son gritos y golpes para ser escuchado, recordado y entendido. Son recuerdos reales, al menos para mí.

Detesto esforzarme sin que lo aprecien. Detesto llorar por quienes no les importa... pero lo hago... tal vez porque... "le tengo más miedo a ser olvidado que a morir"...

El tipo de humor se lo dedico a stev, porque creo que la manera en que relaté lo cómico es su estilo y le gustará. El contenido... cada uno sabrá.

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Estaba una vez más en esa pequeña plaza con descuidadas banquitas. Observando una vez más aquellos pequeños segmentos de césped que guardaban dolorosos fragmentos de mis recuerdos. Caminé instintivamente hasta un sector donde en un pequeño sector con un radio de solo unos centímetros se podía apreciar como notoriamente el pasto era más joven, más corto que todo lo demás a la vista. Me arrodillé y puse mi mano sobre aquél lugar, un escalofrío me recorrió por completo. Una brisa conciliadora me golpeó a la vez que elevé mi mirada para ver como a solo unos metros los automóviles pasaban constantemente. Inconscientemente me senté una vez más sobre aquél césped dejando un espacio entre mis dos piernas en el cual se encontraba el césped más corto y comencé a arrancarlo. Cuando volví en mí, ya no quedaba más rastro de aquél joven césped, nada más que trozos esparcidos por el lugar y un agujero que dejaba ver la tierra. Sentí nuevamente la brisa, esta vez era fría y parecía susurrarme dolor. Miré al cielo, lo que me hizo notar la molestia que me provocaba la luz. Había llorado.

Estaba una vez más en esa pequeña plaza con descuidadas banquitas. Observando una vez más aquél gran árbol que invitaba a recostarse a su sombra y soñar con el futuro. Me recosté en el mismo lugar donde solía siempre hacerlo y cerré los ojos un instante para dejar mi mente en blanco y concentrarme solo en el sonido del viento a través de sus hojas. Había perdido ya la cuenta de las veces que estuve en aquél lugar recordando las veces anteriores. Y seguramente la perdería la próxima vez que quisiera hacerlo en un futuro. Este había perdido su sentido y yo había perdido mi fe. Abrí los ojos y miré a cielo como si buscara allí la razón de mi existencia, pero sabiendo que ahí no hallaría la respuesta me sentí vacío. Entonces me giré para mirar hacia la tierra, teniendo la impresión de que tal vez todo este tiempo había estado mirando hacia el lado equivocado. Pero aquella posición presionaba mi estómago lo cual me provocaba nauseas. Me sentí inútil por no poder encontrar la respuesta en los lejanos cielos, ni en la tierra sobre la que estaba. Fijé mi vista en una hormiga que caminaba sobre mi mano y con delicadeza, como si se tratase de un dulce ritual, la aplasté. “Te he salvado”.

Crucé aquél largo pasillo cabizbajo, sintiendo como cientos de presencias cruzaban junto a mí. Podía observar sus pasos, escuchar el sonido de su voz, aunque sin comprender una palabra. Pensaba que tal vez debía elevar la mirada, pero no tenía ánimos de hacerlo. Y aunque lo hiciese pensaba que tal vez ellos se sentirían como yo y entonces no tendría caso hacerlo. Mirar sin que te miren, hablar sin que te escuchen, amar sin que te amen... ¿Qué propósito tiene hacer todas esas cosas? Estaba ya cansado de actuar como un estúpido, tal vez debía olvidar mi pasado y comenzar de nuevo, pero entonces sentía que me traicionaba a mí mismo, pues es el pasado, pensaba, es lo que me conforma. Entonces, tal vez, debía olvidar solo las cosas que me provocaban dolor, pero entonces me sentía vacío pues sabía que eso implicaba borrar mi vida por completo. “Todo causa dolor” pensaba. Suspire antes de meter las manos en mis bolsillos y cabizbajo continuar caminando hacia donde mi capricho quisiese ir. O así lo pensaba. “Pensaba”.

Crucé aquél largo pasillo cabizbajo, sintiendo como cientos de presencias cruzaban junto a mí. Podía observar sus pasos, escuchar el sonido de su voz, aunque sin comprender una palabra. Me senté en una banca vacía y comencé a hablar con naturalidad, como si junto a mi hubiese alguien. No podía dejar de lado los modales, por lo que comencé saludando, luego pregunté sobre su estado y me alegré por su positiva respuesta. Cuando era mi turno de responder, también respondí positivamente aún sabiendo que era mentira. Quizás iba a querer hacerme más preguntas que yo no quería responder. Lo cierto es que quería que me preguntara todo al respecto, pero no fue así. Comenzó a contarme sobre el último libro que había leído, sobre un programa que había visto en la televisión y sobre cómo le estaba yendo en su vida. Así fue como me enteré sobre toda su vida y yo tuve que guardar los comentarios sobre la mía. Tenía un nuevo amigo.

Oyendo música de orquesta, con una melodía más bien triste y rara vez cantada por una dulce y angelical voz me mezclé entre la gente que cruzaba a gran velocidad entre aquellos anchos pasillos repletos de tiendas. Siempre que entraba me sentía en cámara lenta junto a ellos. Y tal vez así era, tal vez estaba dejando que el tiempo transcurriera lento para no olvidar las cosas que se iban quedando atrás, para repasar cada cosa y evitar que salieran de mi recuerdo. No importaba cuantas vueltas diera, ni cuánto me tardase, siempre llegaba al mismo sillón, me sentaba en él hubiera o no gente. Apoyaba mis manos en aquél lugar y veía a la gente pasar como si esperase a alguien en especial. Muchos de los que se sentaban junto a mí, tarde o temprano se reunían con alguien y partían. Y solía quedarme tanto rato que la gente se renovaba varias veces permitiéndome ver la situación una y otra vez con distintos actores. Algunos parecían felices de reencontrarse, otros se mostraban molestos, algunos lloraban y otros partían en silencio. Cuando tenía suficiente, me levantaba y partía como ellos. “Yo como ellos”.

Oyendo música de orquesta, con una melodía más bien triste y rara vez cantada por una dulce y angelical voz me mezclé entre la gente que cruzaba a gran velocidad entre aquellos anchos pasillos repletos de tiendas. Caminé hasta el final, donde los viajes iniciaban o acababan. Personas con un par de cosas o con muchas maletas se reunían en aquél terminal de buses en el que solía ir a pasear e imaginar, en algunos casos, tal vez la mayoría, también a recordar. Subía por las escaleras mecánicas siempre mirando hacia atrás, como si estuviera dejando algo que no quería dejar y me sentía triste. Al llegar arriba me sentaba en alguna de las tantas banquitas y veía como los buses llegaban y se iban continuamente llevando o trayendo consigo a muchos pasajeros. Algunos de ellos viajaban por trabajo, otros por estudios, otros por placer, cada uno tenía su razón para iniciar un viaje y el haberlo logrado o el haber fallado implicaba que era el final y entonces regresaban. Cuando me decidí a partir, le dije a quienes estaban sentados junto a mí que les deseaba un buen viaje y con la mejor sonrisa que pude dar, levanté la mano y me despedí de un bus que comenzaba a irse. Algunos me sonrieron de vuelta, otros me miraron molestos o burlescos, otros no lo hicieron. Me daba igual, solo estaba ahí por gusto. “Aquí no inicio, ni termino, solo estoy"

Un amigo... yo como ellos... pensaba... había llorado... aquí no inicio, ni termino, solo estoy... te he salvado... pensaba... aquí no inicio... había llorado... aquí no termino... un amigo... solo estoy... yo como ellos... te he salvado... un amigo... te he salvado... pensaba.... yo como ellos... había llorado... un amigo... había llorado... había llorado... aquí no inicio ni termino solo estoy...

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Nos aferramos al pasado...tememos al futuro...

Lo cierto es que muchas veces, incluso, por intentar evocar un sentimiento feliz del pasado, pagamos el doble o mas en un sentimiento triste... somos adictos al pasado porque muchas veces ahi perdimos algo que creemos nunca mas vamos a tener y no nos queremos mover, y aunque es cierto lo que dices que el pasado es lo que nos forma... tenemos que seguir formandonos y por simplista que pueda sonar ya no vamos a poder sacando energias, ganas de algo del pasado...no, en el pasado realmente no hay futuro (ya te lo habia comentado)... Entonces a que voy... que aunque nuestro pasado nos encadene y veamos nuestro presente como algo muy lejano a lo que nos gustaria que fuese, hay que pensar que va a ser mejor, por ultimo porque no nos queda otra (supongo que tambien la otra opcion seria evadirse... pero seria algo asi como lo anterior) que vivir... simplemente vivir y ahi puede estar tu sentido de la vida, solo en vivir y en el desear y expresar con acciones (las palabras se las lleva el viento)... lo que quieres para y de ti... y lo que te gustaria significar para las personas que te importan.

CARPE DIEM en el buen sentido y aunque, hay que mirar el futuro de vez en cuando para no perder el norte (como una especie de brujula) no puedes dejar de mirar el camino que pisas que es tu presente, porque sin un recorrido adecuado de el, el futuro no va a ser lo que se espera. Alguien dijo por ahi ademas, que el como recorres el camino hacia un destino es tan importante como llegar al destino mismo.