domingo, 25 de mayo de 2008

Efectos Contrarios

Un instante de música depresiva con inclinaciones suicidas, como dijo stev, jejeje. Y por alguna razón en vez de desanimarme esta vez produjo el efecto contrario.

El pensar en la traición y distancia de ese amigo, por alguna razón en vez de traerme tristeza y nostalgia, no me produjo más que un poco de ansiedad y deseos de comunicarme con él. Pero no faltaré a mi promesa de no mostrar otra vez debilidad y ser yo quien retome comunicaciones. Si no tengo importancia para él, imagino que no hablaremos nunca más y todo caerá en olvido... y si la tengo, entonces la espera lo valdrá todo y pagará en felicidad el sufrimiento que cobró.

El tener conversaciones profundas no me llevó a reflexiones negativistas o a relaciones con mis emociones, sino a conclusiones bastante asertivas.

Hoy los horóscopos volvieron a hacerme puré y no pude sentirme más bajo... me la pasé sollozando todo el día, lagrimeando, sin tener realmente tristeza. Simplemente por el deseo o tal vez la necesidad de hacerlo.

“Le molesta que le digan que calle y que tenga fe cuando la verdad no es lo que le dicen. Aunque esté en lo correcto y quiera decir las cosas como son, aguántese hasta informarse. Solo así tendrá éxito en una confrontación directa”

En los momentos que me dedique simplemente a librarme mediante represión (más bien, apartando lo que afecta y pensar en cosas alegres, que para mí es la misma cuestión, reprimir, negar u ocultar los males con una máscara patética de sonrisa creada forzadamente o peor aún, actuada, falsa... pero que lamentablemente es lo socialmente buscado y aceptado. Me da nauseas pensar en ello, pero no tengo opción, conformo parte de ella. Y es peor aún sabiendo que los males existen solo y únicamente por culpa de los humanos mismos. Lo que lo hace aún más trágico).

Me gustó darme cuenta de que mis círculos de amigos son altamente filosóficos y altamente dedicados a las charlas de profundidad, cuando menos, media.

El sábado por la noche se realizo una de las tantas juntas que se hacen durante el año para los grupos del curso. Me alegra mucho el saber que nos juntamos muy seguido, mantenemos comunicación fluida y constante entre los grupos. Pero me sorprendió más aún cuando en esta junta, que a diferencia de la mayoría no se centraba en reunir a dos o tres grupos, sino que al curso completo, pude notar que las comunicaciones de ese nivel se dan con todos los que se daba antes, con la mayoría. Que aún servimos como un grupo de conversación, de ocio y todas las cosas que se esperan de los amigos a todo nivel.

Así, con las manos negras al igual que la cara por el cochino y casi inexistente carbón que costó varios intentos prender, debido a que el primero en intentarlo lo hizo pésimo y para más remate se escapó, pude hablar sobre amistades, amor, vida, estudios, alegrías, penas. Pude dar y recibir un sin número de abrazos y caricias. Pude aparecer en gran cantidad de fotos y dejar la agenda abierta para nuevas juntas. Tirar unas cuantas monedas al póker. Compartir comida y alcohol. Tirar la talla y la pinta. Y cobrar lo que era mío (ese comentario va dirigido a quien lo sabrá).

Para concluir, o más bien, no concluir la noche, me traje un amigo a casa con el cual estuvimos jugando brawl hasta tarde, pero no tanto como llegamos cuando acostados y en la oscuridad, como solemos y nos gusta hablar, filosofamos, analizamos, discutimos, nos pusimos al día y llegamos a consensos hasta que la luz del sol amenazó con empezar a salir y decidimos dormir un rato.

Tras irse comenzó un largo y fatídico día como el que comenté antes de hablar de la junta de curso.

Muchas veces y por mucho rato me mantuve pensando en cuantas cosas me atreví a hacer durante el año pasado que ahora... sin alguien con quien compartirlo y sin alguien que lo se sepa, por alguna razón se produce el efecto contrario del que a otros les daría, me avergoncé al recordarlo... no me avergonzó cuando lo hice, me avergüenza hoy. Que idiota. No me avergonzó intentarlo cientos de veces, pero hoy me atormenta el recuerdo. No me avergonzó insistir, luchar por las cosas que luché, pedir las cosas que pedí. Pero me avergüenza hoy al ver el rechazo que causó... mas sigo sin comprender el motivo, la causa, por la que así fue. Nunca me lo explicaron.

Sin embargo no me arrepiento de nada y por el contrario, me alegro de haberlo hecho. No me siento orgulloso de mis actos, pues soy consciente de mis fallas y faltas. Pero a diferencia de otros, yo hice los intentos. Hice cientos de miles, aunque no funcionara ninguno o tal vez unos pocos. No fui pasivo, luché. Y eso si me produce orgullo y tranquilidad. Porque sé que aunque no haya logrado mis objetivos e incluso fuese yo la causa de algunas distancias, actúe acorde a mis creencias y expectativas. Actúe basado en esperanzas y fe. Pero no puedo esperar agradar a todos. No puedo evitar el hastío de quienes solo quieren simpleza y menos con quien prefiera o llevar una vida superficial o estrictamente mental. No puedo saber cuánta es su paciencia si no me lo expresan, ni cumplir sus expectativas si no me explicitan cuales son. Y si no conozco esas cosas, es porque hay un fallo en la comunicación y, por ende, en la relación que se está llevando.

¿Qué más puedo decir?

Tal vez no era tan falso, en el análisis, cuando Valeria me decía acariciándome “mi niño sin amor”. Hoy sentí esa supuesta falta... deseaba que alguien llegara y simplemente me abrazara por largo rato y con fuerza. Que alguien acariciara mis cabellos. Que alguien viniera y compartiera mi cama por un rato o durante un apacible sueño.

Siempre me ha gustado eso con mis amigos. Sin importar edad, sexo o procedencia. Amigos son amigos. Hermanos son hermanos. Y familia, la directa ni hablar, siempre ha sido así. Y la distante... ha evolucionado para llegar a eso.

Mis círculos vencen, en su mayoría, los prejuicios y son cálidos... no todos, claro. No todos pueden hacer tales cosas, pero los más cercanos no tienen temor... y por ello conforman mis círculos más cerrados. Y me enorgullece que este círculo no sea pequeño, aunque tal vez algo distante.

Como dijo Francisca, mi chica Fran, una vez. Llegué a la etapa en la que puedo decir de verdad que amo a mis amigos.


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