viernes, 4 de septiembre de 2009

Shikai - Capitulo introductorio

En toda historia, antes de comenzar a revelar el verdadero hilo o "destino", hay que presentar o al menos revelar a los personajes y alguna de sus tantas problemáticas.

Este primer capítulo cuenta la historia de un chico abrumado, atormentado. Pero que, sin embargo, no es amargado. No se revela quien es, ni su relación con la historia de Hialek, líder del Shikai, que ya tuvo su aparición y presentación en el prólogo (Aunque claro está que como creador de la historia ya le tengo destinado casi todo su futuro)

El capítulo es bastante poco alentador, pero cuenta la realidad de varios chicos con personalidad introvertida y tímida. Esta basado en varios hechos combinados que me han sido relatados o que yo mismo he vivido. Creo que está psicológicamente bien desarrollado, pero eso lo decidirán ustedes.

Sin más preambulo, va el relato. Espero no se amarguen al leerlo y mucho menos crean que esta es la línea que sigue la historia.


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Shikai - La visión de un futuro ~ La reunión de la muerte

Capitulo Introductorio

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Débil.

Siempre había sido débil. No era capaz de enfrentarse a sus problemas ni tampoco era capaz de huir. Simplemente se quedaba ahí ante cada uno de ellos.

Sus piernas no temblaban ni buscaba una forma de amortiguar los golpes. Solo cerraba los ojos y esperaba a que las cosas pasaran.

Incapaz de gritar, a veces exclamaba solo un susurro. Pero era más frecuente que todas las imágenes y todas las respuestas cruzaran por su mente a una gran velocidad. Tanta, que era incapaz de atraparlas o cuando menos reconocer alguna parte para formular una nueva idea que pudiera transformarse en acción.

Simplemente se veía caer una y otra vez. Sabía que el golpe venía pero nada podía hacer. Se bloqueaba. Tenía miedo de elegir.

La vida le daba pánico.

Un miedo escénico incontrolable en la única presentación inevitable, aquella donde todo el público esperaba que hiciera su papel. Y donde tendría que tener una cantidad de roles igual a la cantidad de gente que cruzara por su vida, pues sabía que para cada una tendría que cambiar un poco su propia forma de ser. Era así para todos y no creía ser la excepción.

Es por todo esto que a pesar de sentir un deseo de protección por parte de los demás, no mostraba externamente sus emociones. En vez de eso, solo mostraba una faceta amistosa, deseosa de ayudar a los demás en tantas vías como le fuese posible, alejando así al resto de los sentimientos que él debía soportar día a día y entregar, así, a otros la protección que buscaba para sí mismo. Además de dejar una imagen de fortaleza que utilizaba generosamente para apoyar a los supuestos débiles en comparación a él, alejando así a los matones u otra clase de abusadores que le acosaban..

Por ello estaba frecuentemente rodeado de gente, pero sintiéndose siempre sumido en soledad y oscuridad.

Vivía tontamente esperando que algún día alguien entendiera todo esto y le naciera protegerle. Y se volviera, inicialmente, su defensor. Hasta que al demostrar que realmente nacía de otro ese deseo, pudiera entonces cambiar su inactividad por la acción y mostrarse fuerte como siempre soñaba y hasta aparentaba.

Así las ideas seguirían volando, pero ya podría verlas. Podría moverse, pero ya no sería para huir, sino para enfrentar. Abriría los ojos para moverse por la realidad que se forjaría desde ese instante. Gritaría solo para dejar en claro que su batalla habría de comenzar y que no importaría cuántas veces cayera, volvería a levantarse con fuerzas o sin ellas.

Sentado, solo, mirando al cielo y recibiendo una exquisita ráfaga de viento, pensó en todo esto.

Una mano extendida saludaba súbitamente a los lejos en una figura familiar. Era momento de elegir.

Se levantó con cierta soltura de disimulo a ese atormentado pensamiento en su interior e intentando pararse firme comenzó a esbozar una sonrisa. Sin embargo, al ver que quien se acercaba era una de sus compañeras de clase, su mirada se nubló, comenzó a dar media vuelta para huir y así evitar una conversación, pero esta chica aceleró el paso hasta iniciar un verdadero trote hasta su lado. Y antes de que pudiera el primer paso le alcanzó.

- ¿Ya te vas? – Preguntó entonces la chica esbozando una gran sonrisa.

El chico solo negó con un silencioso movimiento de cabeza. Esta chica le gustaba, pero se consideraba loco con solo pensar en revelarle sus sentimientos. Eso también le daba pánico y es por eso que prefería simplemente dejarse atrapar y estar a su lado cada vez que se diera la oportunidad, pero sin invitarla jamás. Era siempre ella la que se acercaba y proponía algo y él solo aceptaba y gastaban todo el día juntos. La chica siempre era afectuosa y él apenas si se atrevía a tocarla. Un par de veces ella llegaba en sollozos junto a él y este era incapaz de mostrar un apoyo superior estar ahí, sentado junto a ella observando y muy rara vez juntando fuerzas y aire para decir una o dos palabras de aliento.

- Si quieres, puedes abrazarme - Le dijo uno de esos días la chica.

Entonces él se sintió realmente tonto. Se dio cuenta de que en las relaciones humanas era un desastre. Comenzó a sentir que algo le hacía falta y creía saber que era, pero cuando se decidía a emprender una búsqueda por ese algo, daba tan solo un par de pasos y se daba cuenta de que no tenía siquiera una pequeña idea de lo que estaba buscando. Estaba completamente perdido en un mundo donde la exigencia mínima es siempre avanzar.
Se acercó con una lentitud temerosa, su corazón se encontraba agitado y nervioso. Con gran esfuerzo levanto uno de sus brazos y lo cruzó por sobre el hombro de la chica. Al instante la chica se giró y entonces buscó refugio cerca del agitado pecho de él. Entonces este se giró también y sin dejarla entrar por completo a su regazo, él le puso su segundo brazo a ella y finalmente le dio un tímido abrazo. Estuvieron así mucho rato. La chica apenas si sentía un calor, pero era suficiente como para calmar su llanto. Y para él la situación era suficientemente buena para tener un recuerdo que le alegrara cuando viniera a su mente. Era simple, casi patético, pero para lo que podía normalmente alcanzar, era suficiente, incluso bastante. Cerró los ojos y grabó cada instante y sensación.

Comenzaba a anochecer, la chica finalmente se movió y entonces el chico la soltó arrojando una leve mirada directa a los ojos de la chica. Vio que esta esbozaba una pequeña sonrisa que le sirvió como respuesta para saber si ella se encontraba bien. Entonces se soltaron y pusieron de pie. La chica agradeció el apoyo, aunque él solo estaba feliz de la situación y casi había olvidado que todo había sido por apoyarla a ella hasta ese momento. Caminaron juntos de regreso, con poca charla entremedio. Era ella casi la única que hablaba, el se remitía solo a responder con monosílabos y movimientos, pero de vez en cuando sacaba una frase más elaborada. Él la fue a dejar hasta la casa de ella, donde le invitó a pasar. Era tarde, pero nadie le esperaba o reganaría en casa si llegaba tarde y tampoco era capaz de negarle a ella cualquier cosa. Así que él aceptó y tomaron un tentempié, tras un rato él decidió partir. La chica le agradeció el apoyo una vez más, ambos se pusieron de pie, caminaron hasta la puerta. La chica le besó la mejilla y él no fue realmente capaz de responder, aunque deseaba hacer eso y más. Entonces solo se miraron por un instante más y luego, él le dio la espalda y emprendió rumbo hacia el paradero por donde podría tomar un bus de vuelta a casa.

No estaba seguro de si debía sonreír por lo que había ocurrido o sentirse mal porque no había logrado dar un nuevo paso. Así era todo en su vida. Deseaba que alguien pudiera darle una respuesta, un impulso, pero sabía que esa persona no llegaría. Y si lo hacía, algo tendría que dar a cambio y no consideraba tener nada realmente valioso que dar, por el contrario, sentía que ya había perdido mucho. Decidió que entonces lo mejor era simplemente volver a casa y dejar que esos pensamientos se combinaran con el torbellino de ideas en su mente, en ese en que cada vez que quería retomar un pensamiento, este cruzaba tan rápido que era incapaz de reconocerlo y entonces se uniría a ese gran número de problemas sin resolver y promesas que alguna vez se había hecho o le había hecho a alguien más y que nunca podría recordar que había roto, hasta ser demasiado tarde. Sin quererlo siempre dañaba a alguien. Debía encontrar una forma de alcanzar esos pensamientos o al menos verlos antes de que se escaparan de sus manos. No tenía más opción y, sin embargo, no era la que quería.

Miró al cielo por un instante y se dio cuenta de que el color azul que tanto le gustaba no era el mejor para estar sobre su mundo. Definitivamente, pensaba, el cielo debía ser color negro.

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