- ¿No sientes como si de pronto todo se hubiera esfumado?
-
Eh… ni siquiera entiendo de que me hablas. Quizá
lo que se esfumó fue tu capacidad de comunicarte, jejeje.
-
Oh, así que con esas andamos.
-
No te lo tomes a mal, solo es una broma.
-
¿Ya te dijo algo?
-
Uhmm… no, nada de nada.
-
Es muy raro, ¿qué es lo que intenta?
-
Yo ni idea.
Se aventuraron por un sendero rodeado con servilletas y
suelos de cartulina. Desde el techo colgaban diversos artilugios que saltaban
al estar sostenidos por resortes que parecían jamás perder la energía.
-
¿Por qué saltarán tanto estas cosas?
-
Quizá solo tienen deseos de hacerlo
-
Sí, me parece muy lógico
-
¿En serio? Yo solo bromeaba
-
¿Y por qué no? ¿Nunca haces algo solo porque
quieres hacerlo?
-
Claro, pero yo estoy vivo. Y esos son solo…
cosas
-
Cuando el sendero acabó, llegaron a una habitación decorada
por manchones de pintura en cada pared y el piso cubierto por dos alfombras de
colores contrastantes. La habitación no tenía techo. Por lo que las estrellas
eran visibles.
-
¿Cómo es que podemos ver las estrellas si apenas
hace un momento era medio día?
-
¿Mediodía? Mi reloj dice que son las 10 de la
mañana
-
Si es así con mayor razón no debería…
-
¿Haber estrellas?
-
Ajá
-
Pero si siempre hay estrellas, solo que se
pierden entre tanta luz
-
Me gusta la luz
-
Como si fuera una contraseña, al pronunciar esa frase todo
se oscureció de súbito. Ya nada podía verse en un negro tan intenso.
-
¿Ya ves? Esto pasa por tus raros pensamientos
Y nadie respondió
-
¿Hola? No me dejes hablando solo.
Y el silencio continuó
-
¿Qué está pasando? No puedo ver. ¿Estás bien?
Comenzó a agitar sus brazos para tratar de alcanzar a
alguien o algo. Pero parecía que ya no había nadie junto a él. Después de un
rato, simplemente se cansó y decidió sentarse en la oscuridad.
Abría los ojos y cerraba los ojos. Todo se veía igual en
cualquier caso.
Comenzó a cantar, pero el sonido parecía perderse y de
pronto pareció no ser importante. El silencio seguía ahí y lo único que lograba
escuchar era a sí mismo y su respiración.
Al rato ya solo podía escuchar sus ideas. Eran tantas que al
final ya no podía controlarlas, positivas, negativas, con y sin sentido, su
pasado, su presente, las posibilidades, lo que planificaba, las próximas
palabras que podría decir, lo que temía que sucediera, lo que esperaba que
sucediera, lo que quería que sucediera.
La oscuridad seguía ahí y, aunque no era posible, parecía
intensificarse a cada instante. Al final, se vio tan sumergido en la oscuridad,
que sentía mucha presión y mucho cansancio. Se echó sobre el piso y no lo
sintió frío o caliente. Pensó en que quizá no estaba en el piso. Y de pronto le
invadió el miedo de estar cayendo.
Se calmó al pensar que quizá lo que pasaba era que flotaba,
en la oscuridad infinita él flotaba. Tras un rato ya no estaba seguro de nada.
¿Dónde es arriba y dónde es abajo?
Trataba de mirar sus manos pero nada se veía en la
oscuridad. Pensó en que quizá no tenía manos, solo las imaginaba por la
costumbre de moverlas, pero ya no estaban ahí. Lo mismo pasó con sus piernas,
sus ojos. No importa lo que moviera, no podía verlo. ¿Cómo sabía de verdad que
estaba ahí? ¿Dónde estaba su amigo? ¿De dónde surgió esta oscuridad? ¿Cómo
salgo de ella?
Comenzó a sentirse abrumado. Desesperado. No estaba seguro
de si realmente se estaba moviendo. Pero creía que se estaba poniendo de pie. Y
trató de correr hacia alguno de los
extremos de la habitación. Hacia uno de esos muros manchados con pintura, pero
no importa cuanto corriera, no lograba alcanzar alguno. ¿De verdad estaba
corriendo?
Preguntó, como si no lo hubiera intentando antes, si había
alguien ahí. Si alguien podía escucharle y responderle. Se frustró y desesperó.
Creía estar llorando, pero no podía saberlo, ya no distinguía siquiera su
propio ser.
Al final se rindió. Se quedó acostado, de pie, sentado, como
fuera que estuviera. Quieto, en la oscuridad, en el silencio o el ruido,
esperando. Optó por crear en su mente un mundo ordenado e impredecible, como el
caos, donde las ideas que pasaban a velocidad luz, fueran procesadas a velocidad
luz. Y así se formara una realidad nueva, su realidad.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí? No había forma de saberlo y
quizá tampoco importaba más. Para él, esperar un minuto o un año no parecía ser
diferente. “Esperar es esperar”, es todo lo que sabía.
El tiempo transcurrió sin sentido, velocidad o flujo claro.
El mundo se desvaneció con su sentido de la cordura, con sus conocidos, con el
tiempo, simplemente se fue. Todo por culpa del silencio. Si alguien más le
hubiera respondido, sabría que al menos sigue vivo, porque alguien más le
escucha.
Quizá ni esa otra persona estaba ahí en primer lugar. Quizá
todo lo había creado él.
¿Quién sabe? Quizá todo lo que existió había inventado é,
todo con quien él deseaba estar, todos los lazos que creyó formar… todo, lo
había inventado él.
¿Qué sentido tenía continuar si todo era mentira? ¿Qué
sentido tenía seguir intentando si lo que creyó existía no era más que su
propia creación? Si nadie le respondía ¿cómo podía saber siquiera que otro
pensaba como él?
Si alguien le hubiera dicho que no era así. Si quienes, él
esperaba le hubieran dicho que no era así, esa oscuridad no tendría cabida en
su mente. Sus ideas, aunque invisibles por el denso negro, tendrían validez
porque el otro le diría que así es.
Pero con solo oscuridad y silencio… con solo eso…
Sus ideas no tenían control.
De pronto una luz en su bolsillo se iluminó, se vio a sí
mismo tirado en el suelo de una habitación común y corriente. Nada de pintura,
nada de servilletas, nadie más que él. Recostado, de lado, sobre el suelo.
Metió su mano al bolsillo, sacó la luz y con los ojos entrecerrados vio lo que era.
Su celular, con un mensaje para él.
“Hola, aún te debo la respuesta”
Era todo lo que decía la pantalla.
Y la oscuridad se fue.
Se sonrió y de pronto pensó.
“¡Que loco soy a veces!”
Y se durmió.
Ahí mismo.